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Cada uno de nosotros agrade a su prójimo para el bien, con miras a la edificación. Porque Cristo no se agradó a sí mismo; más bien, como está escrito: Las afrentas de los que te afrentaron cayeron sobre mí[a]. Pues lo que fue escrito anteriormente fue escrito para nuestra enseñanza a fin de que, por la perseverancia y la exhortación de las Escrituras, tengamos esperanza.

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